Divididos reivindicó el rock nacional y repasó su discografía al aire libre

El poderoso trío Divididos ofreció anoche un recital al aire libre en Mandarine Park (Costanera Norte y Sarmiento), donde hizo un repaso de su discografía. (Foto: Télan)


Cerca de 12.000 personas atestiguaron que, más allá de sus 25 años de carrera, la Aplanadora del Rock sigue más vigente y fresca que nunca, con la fuerza de Ricardo Mollo en la guitarra y voz, Diego Arnedo en bajo y Catriel Ciavarella en batería.

Un reloj se impuso en las tres grandes pantallas que decoraban una noche primaveral con vista al río, y junto a la cuenta regresiva se empezaron a palpitar colectivamente los últimos 10 minutos de la espera.

La proyección de una suerte de historiografía de Divididos, condimentada con guiños, humor y fotos de archivo, relató el comienzo y el proceso que la banda experimentó desde su formación hasta la actualidad.

A las 21, con la puntualidad inglesa que no suele caracterizar a los músicos argentinos, los dos exintegrantes de Sumo y Ciavarella -el niño ya mayor de edad-, comenzaron a desgranar los acordes de “El 38”

La efusividad y la euforia de un público bien diverso -que desde temprano estaba alimentando su ansiedad fuera del complejo- se evidenciaron cuando las vallas de contención no resistieron la presión y se tuvo que interrumpir el show por unos minutos.

Al reanudarse el show, Mollo expresó: “Les voy a contar algo que a ustedes puede que no les importe: mi mamá nunca me pegó” y Arnedo replicó: “¿Nunca te dieron con un repasador?” rompiendo el hielo. Dio resultado. Las risas bañaron al río de la Plata y así concluyó la presentación de “La ñapi de mamá” -contemplado en su sexto álbum, “Narigón del siglo”- que expresa el cachetazo que a veces da la sociedad y también, la vida.

Los slaps de Arnedo se adueñaron de “Qué tal”, y luego fue el turno del homenaje a los fieles compañeros: los perros. “No importa en qué estado llegás a casa, ellos están” manifestó Arnedo un instante antes de “Perro Funk”, canción que concatenó con “Inolvidable”, uno de los boleros más populares del pianista cubano Julio Gutiérrez.

Se escucha el reconocido y ovacionado “salir a asustar te protege más, en esta la era de la boludez” y los amplificadores se potencian, Arnedo levanta una remera azul tirada sobre el escenario.

“Camarón Bombay” con un aire un poco más relajado y Arnedo se agacha para agarrar una remera roja del piso.

De pronto, se inclina nuevamente hacia el suelo, pero esta vez no alza ninguna remera, sino una zanahoria. Sí y como no podía ser de otra manera, Mollo ofreció una clase magistral sobre cómo rallar un vegetal en un solo de guitarra.

Luego fue el turno del segmento acústico del recital y estuvo constituido por tres grandes éxitos, “Spaguetti del Rock”, “Par Mil” y tras invitar al guitarrista Diego Florentino en “Sisters”.

En tanto, una dedicatoria a “los seres queridos que ya no están” condujo a aquella vieja “Mañana en el Abasto” continuada por “El arriero”, canción en la que Mollo evocó a su padre.

Y cuando ya no se esperaban más sorpresas, el líder de Divididos cambió la púa por su boca y luego, su boca por una zapatilla, concluyendo así el famoso tema de Yupanqui.

Tras un popurrí de los emblemas de la historia del rock, comenzaron a asomar las notas de “Paisano de Hurlingham” y así también las cabezas dentro de un gran remolino en un público que saltaba con la misma energía que al comienzo y hacía pasar desapercibidos los pies de Ciavarella, que sin calzado hacía sonar tanto o más potente el tambor.

La chacarera no faltó sobre el escenario y tampoco las palabras de Arnedo recordando a su padre, el cantante y compositor santiagueño Mario Arnedo Gallo.

Y por un instante, de manera espontánea, el público fue la voz de la noche, unificado con la cadencia de la guitarra, el bajo y la batería, la tranquila “Ala Delta” se hizo canción.

Parecía que el show llegaba a su final con el “Sobrio a las piñas”, Arnedo saludó, se bajó del escenario, repartió las púas entre los fanáticos que se encontraban sobre el vallado y siguió chocando manos por el camino.

Pero... “¿Falta algo? -preguntó Mollo- Si no falta, yo voy a proponer…” y de ese modo fue que superaron toda expectativa. “Crua chan” y “Nextweek”, sellaban las estrellas en una noche sin desperdicio.

Fue un poco más de tres horas, 26 canciones y dos sorpresas, el tiempo que la gran infraestructura de Mandarine Park montada al pie del río dejó de ser imponente y quedó diminuta ante tres eminencias del rock que supieron como enamorar a su público.

Télam

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