Algarrobo del Águila | Un hombre vive en el puente del Atuel

Hace 15 años partió de su casa de Mar del Plata a dedo y terminó viviendo en Brasil. Ahora su hogar está debajo del puente del río Atuel, en la localidad de Algarrobo del Águila. (Fotos: Jesús Fernández | Infohuella)
Carlos Ferre tiene 43 años, a los 28 decidió alejarse de su familia, en su casa natal de Mar del Plata, para comenzar a  recorrer países de América Latina. Desde hace 2 años, vive debajo del puente del río Atuel, a unos metros del ingreso a la localidad oesteña de Algarrobo del Águila.

Cada vez que pasa un auto por el puente, le vuelve un sonido que le recuerda sus andanzas por distintos países de América Latina, pero luego el paisaje le pone los pies en la tierra; en la tierra del oeste de La Pampa.

“Me fui a los 28 de mi casa, me alejé de mi familia y nunca más volví.  Partí hacia las provincias del norte y luego recorrí países de América Latina, hasta terminar viviendo un tiempo en Brasil.  En una oportunidad recibí una golpiza por parte de la policía de ese país y decidí volver a la Argentina”, cuenta, a modo de introducción.

Mientras  comparte un mate, el fueguito a la orilla del río no se detiene y se suma con su calor en la tarde gris del oeste de La Pampa. En esta provincia recorrió varias localidades: La Adela, Gobernador  Duval, La Humada, Guatraché, Quehué, entre otras.

Desde hace dos años, encontró un rincón tranquilo para pasar sus días. Vive en el puente de Algarrobo del Águila, por donde pasa desde hace unos meses agua del río Atuel. Allí tiene algunas pertenencias. Ha improvisado su campamento y a la vera  del río tiene una huerta, que construyó en forma escalonada para aprovechar el terreno. Las verduras son regadas con el agua llovida que acarrea el río Atuel.

"Estoy muy agradecido por la atención de la gente de Algarrobo. Me han ofrecido de todo y es aquí donde me siento tranquilo. Acá no me molestan, ni me andan corriendo. Todo lo contrario,  me ayudan todos los vecinos. Hasta el mismo intendente me ha tendido su mano”, sostiene Carlos.

Pese a que entre las ayudas estuvo la posibilidad de un techo propio en la localidad, Ferrer quiere seguir viviendo debajo del puente con su huerta y su filosofía de vida: “Yo me siento bien así. Hasta me han ofrecido trabajo en los campos de la zona porque ven que aquí con pocas cosas me arreglo, pero ya he tenido experiencias donde me han llevado a trabajar a otros lugares y no me gusta trabajar y cuidar las pertenencias de otro. Además, convengamos que pagan muy poco”, cuenta.

“Prefiero – continúa Ferrer -  quedarme  con lo poco que tengo y que sé que es mío. Es una elección de vida la que tengo por eso agradezco las ayudas y las propuestas; pero así soy yo”, finaliza.

La luz de un nublado sol comienza a esconderse y el porfiado fueguito va quemado minuciosamente la leña de tamarisco. Como gran paradoja, en el viejo mar, donde navega el silencio, Ferrer tomó una precaria porción de tierra de escasos metros cuadrados. Allí tiene su huerta regada con el Atuel que, esta vez, viene con agua.

Por: Jesús Fernández | Infohuella


(Fotos: Jesús Fernández | Infohuella)


(Fotos: Jesús Fernández | Infohuella)


(Fotos: Jesús Fernández | Infohuella)

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