Especialistas aseguraron que “los niños que sufren abuso siempre dan indicios”

Cambios bruscos de conducta, pesadillas, bajo rendimiento escolar, no manejo de los esfínteres, fuga de la casa e irritaciones en los genitales son sólo algunos de los síntomas que pueden presentar las niñas, niños o adolescentes que sufren abuso sexual, describieron especialistas en el marco del Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil que se conmemora este martes.

Los niños siempre dan indicios. “Existen indicadores muy frecuentes de tipo inespecífico, que son aquellos que pueden estar presentes en otras conflictivas y no son exclusivos de una situación de abuso sexual, y son los cambios repentinos de conducta y manifestaciones observables de tipo físico”, describió la psicóloga Patricia Gordon.

Gordon, presidenta de EnRed (Red Solidaria de Capacitación y Tratamiento en Violencias, abuso sexual y trata de personas), citó como ejemplos de esos síntomas: “Lenguaje infantil, agresividad, introversión, negativa a concurrir a algún lugar o a estar en contacto con determinada persona (muy común cuando el abuso es en la escuela), miedos, pesadillas, bajo rendimiento escolar o masturbación compulsiva. También son características la enuresis y encopresis (generalmente ya se había logrado el control de esfínteres y se presentan regresiones en este sentido), tristeza, sobreadaptación, mentiras, autoagresiones”, continuó.

En referencia a los adolescentes, la especialista indicó que se pueden detectar “fugas de hogar, patologías alimentarias e intentos de suicidio”.

En el mismo sentido, la psicóloga María Beatriz Muller añadió que “además de los cambios bruscos en la conducta, también es frecuente el conocimiento de cuestiones sexuales no acordes a su edad o el acoso sexual hacia otros niños, aquí no hay que confundir con la curiosidad propia de esa etapa en la que se están descubriendo y entonces es normal que quiera ver cuando un compañerito va al baño”.

Gordon explicó que “en muchos niños y niñas se observan cambios en sus expresiones gráficas (dibujos) y suelen utilizar el color negro. Cuando esos dibujos son analizados por profesionales aparecen rasgos que son frecuentes en cuanto a las expresiones en la figura humana”.

Si bien los indicadores mencionados anteriormente pueden ser comunes a otras situaciones, la presidenta de EnRed detalló que “el indicador específico por excelencia es el relato de la situación de abuso. De acuerdo a la edad las formas del relato varían. En los niños más pequeños es habitual que se refieran a un ‘juego’ y a partir de allí puedan referirse a distintos tipos de tocamientos genitales o a la vivencia de haber visto las partes del cuerpo del victimario o estado expuestos a mirar escenas de películas pornográficas. Prevalece un lenguaje acorde a cada etapa evolutiva y la sensación de que algo no está bien sin poder determinar qué es lo les ocurre, debido a su desconocimiento de la genitalidad”, describió.

Y continuó: “Desde edades tempranas los chicos tienen la posibilidad de recordar y de dar detalles acerca de personas, lugares y situaciones. Casi siempre ese relato sucede ante la madre o persona significativa y en algún momento en que saben que los están escuchando con atención: durante el baño, antes de dormir o simplemente cuando se les pregunta si les pasa algo y se les da ternura y confianza”.

“Existen, además, síntomas físicos como irritación genital o infecciones urinarias, pero esto no siempre aparece ya que debemos pensar que el abuso muchas veces se da sobre la ropa, o a veces, ni siquiera hay tacto al niño, el abusador le exhibe parte de su cuerpo, lo hace masturbar, etc.”, describió Muller.

Algunas estadísticas internacionales señalan que 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 6 niños sufrieron alguna situación de abuso sexual, en la mayoría de los casos ese abuso es perpetrado por algún integrante de la familia: padre, abuelo, tío, padrastro.

Es en este contexto Muller aseguró que “hay que tener mucho cuidado con la idea de prevención en el abuso sexual infantil. Lo que es posible realizar una prevención secundaria que sería la detección lo más temprana posible de la situación, pero al ser el abuso en la mayoría de los casos intrafamiliar evitarlo es casi imposible. Por esto -continuó- no sirve decirle a un niño o niña que los genitales no se tocan, o que ella o él no debe tocar los de otros porque probablemente si se encuentra transitando una situación de abuso lo único que genera esa bajada de línea es más culpa en el chico por no poder poner un freno, sobre todo teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos el abuso proviene de las personas más cercanas”.

Por esta misma causa, la detección de los “síntomas” no es siempre sencilla por el entorno familiar: “Las mujeres que están cercanas al victimario (en especial sus parejas), son víctimas de manipulación, violencias y amenazas. A ellas también les cabe la imposición y el silenciamiento, en forma directa e indirecta”, indicó Gordon. “Por esa razón -señaló por su parte Muller- es tan fundamental la formación de docentes en la detección de este tipo de síntomas, que sepan qué hacer, cómo indagar, porque muchas veces es en la escuela donde se da la posibilidad de hacer la prevención”.

Gordon afirmó que “lo más importante es crear un espacio de diálogo que favorezca la sensación de que se les cree y se los va a proteger, transmitirles que ellos no son culpables de nada de lo sucedido y que la única responsabilidad es la del victimario”.

“Enseñarles a obedecer ciegamente a los adultos por el simple hecho de que ‘saben más’ es transmitirles la sumisión como un valor. La ‘inquietud’ de los niños y la circulación de la palabra que tanto molesta a una gran parte de la sociedad resulta el mejor antídoto contra el abuso sexual”, concluyó.

Télam | El Litoral

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