Internacionales | Dinamarca levanta su muro contra los refugiados

El premier danés ordenó cerrar una autopista que atraviesa el país y la cancelación de los servicios ferroviarios con Alemania para frenar la oleada de migrantes de Medio Oriente y África (Foto: La Nación)

 
La policía realiza un bloqueo en una estación de tren en Dinamarca a la espera de la identificación de refugiados sirios recién llegados. 

ROZSKE , FRONTERA HUNGARO-SERBIA.- Otro muro en el corazón de Europa. Levantado esta vez no con ladrillos o alambres de púas, sino por la decisión del premier danés, Lars Lokke Rasmussen, de cerrar una autopista que atraviesa el país y la cancelación de los servicios ferroviarios con Alemania para frenar la oleada de refugiados de Medio Oriente y África.

Mientras que en Hungría, donde el primer ministro Viktor Orban apura la construcción de un muro en la frontera con Serbia, sigue aumentando peligrosamente el voltaje.

La última chispa contra los migrantes ha sido un anuncio "shock" publicado en la ciudad fronteriza de Rozske, donde se asegura con fotos que los "inmigrantes traen enfermedades" y advierte sobre el riesgo de contagio para los pobladores.

El premier Rasmussen está en el cargo desde el pasado mes de julio, cuando derrotó a la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, y había anticipado su posición cerrada sobre el reclamo de asilo, mediante avisos publicados el martes por su gobierno en diarios libaneses.

En esos avisos "desaconsejaba" a los prófugos sirios en Líbano tratar de instalarse en Dinamarca y hoy ha pasado a los hechos: después de una afluencia modesta de prófugos desde Alemania, cerca de un millar, que buscaban en realidad proseguir viaje hacia Estocolmo y Oslo, ordenó frenar a los trenes procedentes desde Alemania.

Xenófobos

También ordenó cerrar una carretera en el norte, a través de la cual un grupo de migrantes trataba de llegar a Suecia a pie, huyendo de una escuela en la ciudad de Padborg, donde estaban registrados. A su arribo, el primer día, fueron apedreados por individuos no identificados y que fueron tildados de "xenófobos".

También lleva el sello oficial del gobierno de Budapest, el aviso impactante publicado en la estación de bus de sotthalom, en la frontera entre Hungría y Serbia, donde la administración comunal está en poder del partido Jobbik de ultra-derecha.

El cartel, en un fondo de un siniestro color amarillo, pone en guardia sobre "el riesgo de contagio de las enfermedades" que supuestamente portan los migrantes. El afiche contiene dos fotos: en la primera, los enfermeros -con mascarillas similares a la que utilizan los médicos que tratan epidemias como el ébola- transportan a una persona muerta en una camilla.

En la otra se ve un brazo devastado por las llagas junto a la leyenda: "No toque los objetos dejados por los migrantes: vestidos, cajas de conserva y tampoco botellas de agua". "Los migrantes portan enfermedades y el riesgo de ser contagiados", recita el inquietante aviso.

También se advierte a los ciudadanos que en el caso de tocar estos objetos sin guantes de protección, si presentan síntomas como "diarreas, vómitos o erupciones en el cuerpo", deben recurrir inmediatamente a un médico. El anuncio está firmado por las autoridades del Consejo Municipal y también por el representante del gobierno central de Budapest, como ha constatado el enviado de ANSA en el lugar.

Mientras tanto, en una decisión sorprendente, el gobierno de Orban ha decidido transportar en sus autobuses a los migrantes que cruzan la frontera desde Serbia. Los medios de transporte se dirigen en Gyor, cerca de la frontera con Austria.

Mientras que en la estación Keleti de Budapest, cientos de ellos son subidos a los trenes que parten hacia Viena o Munich.

Campamentos llenos de drama

La situación en los campamentos de refugiados en la frontera sigue siendo dramática: cientos y cientos de inmigrantes llegan a pie y son estacionados temporalmente en las estructuras levantadas por voluntarios húngaros, austriacos y alemanes, o aquellas instaladas por la policía, que son jaulas metálicas protegidas por decenas de agentes antidisturbios y alambres de púa.

En el campo de refugiados de Rozske los migrantes hacen cola para subir a los buses. Las familias se dividen, aunque solo por algunos minutos.

Gana lugar el pánico. Los pequeños separados de las madres y tragados por la multitud desesperada, gritan y lloran. Parece un círculo del infierno que ningún Dante hubiese podido imaginar.

Agencias EFE y ANSA | La Nación

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