#Santoral | Hoy la Iglesia recuerda a San Ignacio de Laconi. Fraile y mendigo. Patrono de las embarazadas

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Anduvo como mendigo por las calles de la ciudad rogando a la gente para que le dieran limosnas y
 con ellas socorrer a los más necesitados


Hoy también se festeja a:
Martirologio romano: En Cagliari, en Cerdeña, Italia. San Ignacio de Laconi, religioso de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, quien anduvo como mendigo por las calles de la ciudad y las tabernas de los puertos, rogando incansablemente a la gente para que le dieran limosnas y con ellas socorrer a los más necesitados

San Ignacio de Laconi es patrono de las embarazadas

Resumen: Ignacio de Laconi, fue un mendigo devoto y dedicado a la penitencia desde su juventud, se puso el hábito franciscano, a pesar de su constitución frágil, sirvió como un humilde mayordomo en el convento de la Iglesia donde residía, y luego en otros conventos. Después de quince años, fue llamado de nuevo a Cagliari en el convento Buoncammino. Aquí, trabajó en la fábrica de lana y caminó a la ciudad, y durante cuarenta años, dedicó su vida a hacer apostolado entre los pobres y pecadores. La gente lo llamaba "Santo Padre", y un pastor protestante, que era capellán del regimiento de infantería alemana, habló de él como «un santo en vida». Quedó ciego dos años antes de su muerte, por lo cual su apostolado de mendigo no pudo ejercerlo más, pero continuó observando la Regla al igual que sus hermanos. 

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Biografía

Ignacio, segundo de nueve hermanos, bautizado con el nombre de Francisco, nació en Laconi, en Cerdeña, el 17 de noviembre de 1701, hijo de Matías Peis Cadello y Ana María Sanna Casu, pobres de bienes, pero ricos de fe. Desde niño se distinguió por su bondad y devoción; siendo aún adolescente practicaba continuas mortificaciones y severos ayunos.

A los 18 años enfermó gravemente e hizo voto de entrar entre los Capuchinos si se curaba. Más tarde escapó a otro peligro mortal y por esto mantuvo su voto. El 3 de noviembre de 1721 se fue a Cagliari, se presentó al convento de los capuchinos de Buoncammino, donde, rechazado en un principio por su débil constitución, finalmente fue recibido.

El 10 de noviembre de 1721 tomó el hábito religioso de los Hermanos Menores Capuchinos en el convento de San Benito. Al final del año de noviciado fue transferido al convento de Iglesias, donde tuvo el encargo de despensero y al mismo tiempo se le encargó el pedir la limosna en los campos de Sulcis. Después de haber transcurrido 15 años en diversos conventos, fue enviado de nuevo a Cagliari, al convento de Buoncammino, destinado primero al telar donde se confeccionaba el paño para los religiosos, luego limosnero en la ciudad desde 1741, oficio de gran importancia y responsabilidad. 



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El apostolado de la calle

Cagliari fue durante 40 años el campo de su maravilloso apostolado desarrollado con infinito amor, entre los pobres y los pescadores. Era venerado por todos por el esplendor de sus virtudes y por los muchos milagros por él realizados hasta el punto de llegar a ser llamado «el padre santo».

Un testimonio de la época, en manera alguna sospechoso, de la gran veneración de que era universalmente rodeado el humilde capuchino, nos es proporcionado por el pastor protestante José Fues, que en aquel tiempo vivía en Cagliari.

En una carta a un amigo suyo en Alemania se expresaba así: «Vemos todos los días dar vueltas por la ciudad pidiendo limosna un santo viviente, el cual es un hermano laico capuchino que se ha ganado con sus milagros la veneración de sus compatriotas».



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Se había convertido en una figura típica. Pedía en los barrios populares, a lo largo del puerto, en las tabernas y en las cantinas. Pedía, por una parte una ofrenda para ayudar a los necesitados, y daba por otra un ejemplo, una buena palabra, un consejo, una exhortación a las virtudes.

Conocido por todos, respetado y amado por todos, veía las generaciones sucederse a su alrededor, los niños se hacían hombres, los hombres se hacían viejos. Solamente él no cambiaba, siempre en los mismos lugares, siempre en su misma vivienda, siempre con la misma humildad y caridad, simplicidad y bondad.

Habiendo quedado ciego en 1779, pasó los últimos años de su vida en profunda oración hasta el día de su gloriosa muerte, que tuvo lugar en Cagliari el 11 de mayo de 1781. Tenía 80 años. Su cuerpo se conserva en la iglesia de Buoncammino de Cagliari, muy venerado en toda Cerdeña

Fue canonizado por el Papa Pío XII el 21 de octubre de 1951.

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Con aportes de: franciscanos.net

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