Los hijos tardan cada vez más en abandonar el hogar de los padres

Foto: Diario UNoA diferencia de generaciones anteriores, la adolescencia se ha extendido hasta límites insospechados. La "emancipación tardía" no se debe sólo a los condicionantes económicos. (Foto: Diario UNo)



"Vivir con mis viejos tiene aspectos positivos y negativos. Con el sueldo puedo darme gustos que, de otro modo, me serían imposibles y ahorrar para el futuro. Además, gano en tiempo y comodidad. Lo negativo es que sigo dando explicaciones por casi todo y sosteniendo modos y valores que no comparto", explica Rodrigo Anglani (33 años), empleado de comercio, para justificar la decisión de retardar su independencia el mayor tiempo posible.


"Me gustaría vivir sola, pero la idea de independizarme seguirá relegada por un tiempo. Si quiero terminar la carrera no me queda otra que enfocarme. Una cosa es trabajar medio tiempo y otra muy distinta es trabajar para mantenerse. En un momento intenté hacer ambas cosas, pero no pude y terminé por no hacer ninguna de las dos bien", cuenta Cecilia Fernández (26), estudiante de Medicina, a la vez que sostiene un intenso deseo por abandonar el nido.


El caso se repite con algunas variantes en otros jóvenes y forma parte de una tendencia mundial que crece a año a año y que los especialistas llaman "emancipación tardía". Según la opinión de muchos expertos, los jóvenes tardan cada vez más en hacer las maletas y abandonar la casa de sus padres. Hoy, a diferencia de generaciones anteriores, la adolescencia se ha extendido hasta límites insospechados.


Algunas explicaciones


Las crisis económicas y el incremento de la desocupación sumados a los cada vez más altos requerimientos para incorporarse al mercado laboral aumentan esta tendencia que es continua y sin perspectivas de retroceso. Los indicadores que permiten entender este fenómeno son económicos y están relacionados con las cada vez mayores exigencias de especialización requeridas, la tasa de desempleo juvenil y las dificultades de poseer una vivienda propia.


El costo en Mendoza para quien intenta el desafío de dar el primer salto a la independencia si no posee un lugar propio y tiene que alquilar ronda más o menos los $30.000 iniciales.


El número surge de tener en cuenta la oferta actual de alquileres dada a conocer por el titular de Corredores Públicos Inmobiliarios, Santiago Debé, y sumar los gastos de lo que saldría el mobiliario fundamental para dar los primeros pasos por fuera del hogar.


Sin embargo, más allá de estos números, muchas fuentes señalan que el fenómeno social en boga no es claro que esté absolutamente determinado por la coyuntura económica y que también se explica por otros motivos.


Por eso, creen que las dificultades financieras suelen anteponerse, en muchas situaciones, sólo como excusas. Los especialistas retratan esta predisposición como parte de características culturales recientes y englobadas bajo el síndrome de adolescencia eterna.


Para los psicólogos, se trata de un defecto en la consolidación de la identidad adulta provocado por la incapacidad para asumir responsabilidades y tomar decisiones. Actualmente, el fin de la adolescencia se ha alargado más allá de los parámetros que se trazaban a mediados del siglo pasado y está estimado que el turbulento viaje por esta etapa finaliza a los 34 años.


Termómetro del fenómeno


No quiero crecer de la psicóloga chilena Pilar Sordo fue boom de ventas en Mendoza durante 2012. Al triunfo en las librerías, pronto le siguió una enorme afluencia de público en las conferencias que dictó durante todo el año. El común denominador de su exitoso desembarco en la provincia es que supo captar cierta situación que viven muchas familias de clase media: los hijos no terminan nunca de crecer e independizarse por completo de sus padres.


Lo novedoso del análisis apuntado por esta investigadora es que si bien no menosprecia el miedo a ser grandes de muchos adolescentes, incorpora la importancia de los padres como orientadores en el desarrollo hacia la adultez. En tal sentido, "no puede pensarse la crisis de los jóvenes sin conectarla con la crisis de los adultos, pues son ellos los principales motores testimoniales del cambio", apuntó durante una de sus visitas.


"Porque no consiguen un trabajo que les permita mantener determinado nivel de vida y porque quieren seguir capacitándose, no tienen las herramientas para enfrentar el mundo adulto o sus padres los retienen. Más allá de los motivos, la realidad indica que los jóvenes que no terminan de crecer son cada vez más", sostiene en Adolescentes eternos la psicóloga porteña Graciela Moreschi en un libro que también despertó bastante el interés entre muchos padres preocupados por el futuro de sus hijos.


Una inclinación social que es propia de este tiempo


"Esta es una situación que requiere el análisis de cada caso concreto. Sin embargo, forma parte de una inclinación que está dando la sociedad en estrecha relación con los modelos que ofrece. Hoy se incita desde todos los frentes a privilegiar las bondades de la juventud por sobre cualquier otro aspecto", subrayó la pedagoga mendocina Belén Guillén.


Para esta educadora, la pregunta por el proyecto de vida es imprescindible para entender el tema. "Muchos de aquellos jóvenes que ya con 20 años, durante generaciones anteriores, estaban dispuestos a independizarse, ahora recién están tratando de encontrar un rumbo a su vida después de los 30. Y esto tiene que ver con la postergada pregunta sobre la vocación", agregó.


Lucía Contreras, psicóloga, entiende que si bien los aspectos individuales son los que mejor explican cada historia, no puede negarse que el sujeto está inserto en una sociedad y que los factores sociales influyen en muchos casos de manera decisiva. "La emancipación tardía es una problemática que viene observándose desde hace bastante y parte de un proceso histórico", señaló.


"La posmodernidad propone a la adolescencia como modelo social y con este mecanismo adolescentiza a la sociedad misma, según un autor argentino que ya es clásico y que analiza el tema es Guillermo Obiols. Para este investigador, hablar de la duración de la adolescencia implica diferenciar adolescencia y juventud", describió.


"Un adolescente es un ser humano que pasó la pubertad y que todavía se encuentra en etapa de formación, ya sea de la estructura de su personalidad o de la identidad sexual. El joven se refiere al adulto, designa a alguien que ya ha adquirido responsabilidades y cierta cuota de poder, que ha madurado su personalidad y tiene establecida su identidad sexual", explicó.


"Actualmente ocurre por multiplicidad de aspectos económicos, psicológicos y sociales que la adolescencia se estira y cuesta dar el salto de madurez. Y en esto no son los jóvenes los únicos responsables. Es cierto que puede ser pesado asumir responsabilidades, pero también puede pasar que estén atrapados entre padres que los retienen para no enfrentar el vacío de sus parejas", detalló.


Por Javier Cusimano | Diario Uno

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