#EvangeliodelDía | Ustedes son la luz del mundo




Marcos 9, 41-50. Tiempo Ordinario. Esforcémonos por vivir una vida coherente con la fe que profesamos, para que seamos faros que alumbran en la oscuridad.


Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 41-50

Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».

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Oración introductoria

Dios mío, Tú me has llamado a una misión sublime y para cumplirla con fidelidad tengo que alimentarme espiritualmente. De este modo escucharé lo que Tú me pides cotidianamente y recibiré las gracias necesarias para responderte con fidelidad, no sólo hoy, sino cada día de mi vida.

Petición

Señor, permíteme ver las faltas que hay en mí y dame tu luz para reconocer en ti el ejemplo que debo imitar.

Meditación

“Sabemos que [a la Iglesia] no le faltan hijos reacios e incluso rebeldes, pero es en los santos donde la Iglesia reconoce sus propios rasgos característicos y, precisamente en ellos, saborea su alegría más profunda. Todos tienen en común el deseo de encarnar el Evangelio en su existencia, bajo el impulso del eterno animador del Pueblo de Dios, que es el Espíritu Santo. Al fijar la mirada sobre sus propios santos, esta Iglesia particular ha llegado a la conclusión de que la prioridad pastoral de hoy es hacer de cada hombre y mujer cristianos una presencia radiante de la perspectiva evangélica en medio del mundo, en la familia, la cultura, la economía y la política. Con frecuencia nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que hay fe, lo cual, lamentablemente, es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza tal vez excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero ¿qué pasaría si la sal se volviera insípida?” (Benedicto XVI, Homilía, Terreiro do Paço de Lisboa, 11 de mayo de 2010).

Reflexión apostólica

La respuesta que le hemos dado a Cristo requiere una renovación diaria para no correr el peligro de alejarnos de Él hasta el punto de destruir nuestra amistad con el Señor. Esforcémonos por vivir una vida coherente con la fe que profesamos para que, además de asegurar nuestra salvación, seamos faros que alumbran en la oscuridad, sal que da sabor a la sociedad.

Propósito

En diversos momentos del día puedo elevar una oración a Dios pidiéndole que asemeje mi corazón más al de Él.

Diálogo con Cristo

Jesús sé que Tú quieres que yo sea santo (cf. Mt 5,48) y me has indicado el camino que debo seguir. Ayúdame a mantenerme cerca a las fuentes de tu gracia, especialmente la oración, los sacramentos y la caridad activa para que mi vida cristiana no pierda su sabor. Entonces podré decir con san Pablo: «tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.» (Rom 8,49-50).

“Podemos llegar a ser grandísimos santos con sólo quererlo. La santidad no es un lujo para unos pocos, sino una sencilla obligación también para ti y para mi”
(Madre Teresa de Calcuta)


Por: Juan José Hernández | Fuente: Catholic.net 

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