Vamos, viejo Discepolín

Foto: Télam | 
A 60 años de su muerte, que se conmemora mañana, la figura de Enrique Santos Discépolo enfatiza la condición revulsiva y singular que proyectó en su tiempo: su estilo compositivo sobresalió por su heterodoxia y la dificultad para enrolarlo en las corrientes estéticas -pasadas y futuras- del tango.



La exuberancia artística de Discépolo excedió el circuito de la música y se irradió hacia la dramaturgia, el cine, el periodismo y la militancia política, asociada a la explosión social del primer peronismo.

Nació en el barrio de Balvanera el 27 de marzo de 1901 y su hermano mayor, Armando, se convirtió en su temprano maestro por el fallecimiento de sus padres. Despertó su vocación por el teatro y así realizó Enrique sus primeras experiencias como actor y autor.

Sus primeras obras de teatro fueron "El señor cura", "El hombre solo" y "Día feriado"; en 1920 actuó en la obra Mateo, escrita por su hermano; y el 1925 compuso la música de su primer tango, el olvidado “Bizcochito”.

Su incursión en el mundo de la canción fue desalentada por Armando, pero en la estructura formal de la música Discépolo encontró el mejor continente para la expresión de su obra, con su trazo desesperado y existencial.

Su segundo tango, "Que vachachacé", estrenado en 1925 por Olinda Bozán, en Montevideo, bajo una lluvia de silbidos, demoró en encontrar el éxito.

El público y la crítica recién lo descubrieron tras el suceso de "Esta noche me emborracho" (1928), presentado por Azucena Maizani en un teatro de revistas.

"Que vachaché" ya expresaba su singularidad como compositor: estaba conformado a través de secciones de cuatro frases regulares, a la usanza de la Guardia Vieja, pero con un texto despojado y declamativo que reclamaba motivos y recurrencias musicales que conformaron un lenguaje musical propio.

La obra de Discépolo incluyó dos tangos instrumentales; 19 de los que fue autor de letra y música; seis en los que aportó el texto y cuatro el colaboración. Sobresalieron "Chorra", "Victoria", "Yira yira", "Uno", "Cambalache" y "Soy un arlequín".

La decisión de Carlos Gardel de grabar casi todos sus primeros tangos, naturalmente, lo elevó y lo legitimó como compositor en una época fecunda de letristas, donde se afirmaba la corriente estética de de los melodistas, a la que no perteneció.

La obra de Discépolo mantuvo una importante autonomía con respecto a las búsquedas de los grandes autores del tango que le fueron contemporáneos: Enqique Cadícamo, Homero Manzi, Cátulo Castillo.

La grabación de "Yira yira" por Gardel (1930) importó su salto exponencial en su popularidad.

“El drama no es invento mío -explicó entonces-. Acepto que se me culpe del perfil sombrío de mis personajes, pero la vida es la única responsable de ese dolor. Yo no he vivido la letra de todas mis canciones, porque eso sería materialmente imposible, inhumano.
Pero las he sentido todas. Me he metido en la piel de otros y las he sentido en la sangre y en la carne. Brutalmente. Dolorosamente." Las incursiones de Discépolo en el cine, como intérprete, director, guionista, o musicalizador, mermaron su producción de compositor de tangos. En el arte audiovisual se destacó “El hincha”, dirigida por Manuel Romero “guión del propio Romero, Julio Porter y Discépolo”, y protagonizada por Discépolo junto a Diana Maggi, Mario Passano y Renée Dumas.

Su compromiso con el peronismo lo llevó a la trinchera política. En 1951 creó el personaje radial “Mordisquito”, que encarnaba la caricatura de un opositor, y que tuvo un rol trascendente en la campaña por la reelección de Perón.

Hostigado y marginado, inclusive dentro del peronismo, Discépolo murió el 23 de diciembre de 1951, hace 60 años, en el departamento céntrico que compartía su compañera, Tania.

En su memoria, Aníbal Toilo y Homero Manzi alumbraron el tango "Discepolín".

Su letra reza: "Te duele como propia la cicatriz ajena/aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor/La pista se ha poblado al ruido de la orquesta/se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín.../¿No ves que están bailando?/¿No ves que están de fiesta?/Vamos, que todo duele, viejo Discepolín".

Por Mariano Suárez | Télam

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