Gral.Pico | Robles: "Las manos mías, las de Dios y el policía, me salvaron la vida"

Mariana Robles, la mujer de 35 años y madre de dos hijas (8 y 10 años), que el último sábado fue agredida brutalmente con un palo de amasar por parte de su pareja, Sergio Vivas, recibió al La Reforma, en el hogar de calle 4 al 388 (norte), relatando minuciosamente los sucesos violentos que a punto estuvieron de causarle la muerte. La aparición del policía, oficial inspector Villegas, fue determinante a la hora de salvarle la vida.

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La víctima de otro hecho de violencia de género, uno de los más graves que se han registrado en la ciudad al menos durante los últimos meses, no solo reconoce la intervención del uniformado que reviste en la Comisaría Primera sino que además rescata haber podido defenderse con sus manos (terminó con fracturas en sus dedos) y aferrarse a Dios.

Mariana fue dada de alta durante la tardecita del domingo, ayer ella misma nos recibió en su casa mientras se aprestaba a merendar: “pasen que me siento bien. Dolorida pero realmente estoy bien desde el mismo momento en que escuché la voz del policía que al entrar le dijo a mi pareja que me soltara. Las manos mías, las de Dios y el policía me salvaron la vida; los ‘palazos‘ fueron a la cabeza con la intención de matarme. Me cubría como podía pero pensé que nadie iba a poder socorrerme. Verdaderamente cuando no tenía más fuerzas para protegerme, apareció el policía, en ese momento ya no podía más. Quien me salvó curiosamente es el sobrino de quien me quería matar”.

Esas palabras fueron espontáneas, sin que mediara pregunta alguna y las completó añorando poder descansar en las próximas horas: “hasta ahora no he podido dormir bien, en las pocas horas que lo pude hacer me desperté pensando en la golpiza. Imposible olvidar los palazos en el cráneo, en las manos y en el resto del cuerpo. He tenido pesadillas, en ellas me defiendo, salgo corriendo pero en los hechos reales nada de eso pude hacer”.

El primer interrogante estuvo dirigido a conocer de su propia boca cómo era últimamente la relación entre Sergio Arnoldo Vivas (52), su pareja, y ella: “estábamos separados aunque viviendo bajo el mismo techo. Era una separación muy hablada, que tendríamos que haber concretado hace seis años. Hace dos que empecé a insistir que no podíamos seguir juntos y desde hace seis meses dormimos en camas separadas, yo lo hago en la misma habitación con las nenas. El tenía que entender que lo nuestro no iba más, siempre le hablé en buenos términos, soy una persona pacífica y muy paciente. Tengo ganas de vivir bien y no con un cabrón en mi casa. Molestaba a nuestras hijas, las maltrataba verbalmente y cada vez era más complicada la convivencia. Muchas veces traté de que se diera cuenta que tenía que cambiar pero nunca lo entendió. No nos maltrataba físicamente, sí lo hacía verbalmente y muchas veces una palabra duele más que un chirlo. Realmente se comportaba como un cavernícola, vive en su propia burbuja”.

El vino en decadencia por un conjunto de cosas, se comenzó a sentir viejo al lado mío. Nos llevamos 17 años. No me gustó enterarme que andaba diciendo que me separaba de él porque yo decía que era un viejo. Jamás lo dije, realmente me gustan los hombres grandes y por eso estaba a mi lado. Lo que ocurre es que se estaba poniendo pesado, el amor de la pareja lentamente se fue terminando. Estábamos juntos desde hace 14 años y medio, charlé mucho con él sobre la separación pero siempre trató de esquivar la situación”, añadió.

Admitió que tuvo una amenaza fuerte y no radicó denuncia

Mariana Robles durante la larga entrevista se mostró tranquila, paciente y tratando de recordar el más mínimo de los detalles a la hora de describir la agresión de la que fue víctima pero también aquellos elementos que fueron deteriorando la relación con Sergio Vivas, hoy detenido y acusado de homicidio en grado de tentativa, con una pena en expectativa que va de 10 a 15 años de prisión. “Una noche, hace dos meses, antes de irnos a dormir, le dije que quería hablar con él. Cuando me preguntó para qué era, le dije que quería la separación, la cuestión pasaba porque se fuera él o me fuera yo. Su respuesta fue “’por favor, qué estás diciendo, andate a dormir”. Me fui a dormir aunque le dije que lo nuestro no daba para más, que yo era una mujer joven, con empuje y con ganas de seguir progresando, todo lo contrario a él. Yo tengo buenos trabajos, él en cambio tiene un mal empleo y está mal pago. La verdad es que económicamente las cosas se estaban poniendo pesadas, prácticamente me tenía que hacer cargo de todos los gastos de la familia. Si el auto o la moto se rompía, la que tenía que pagar era yo. Es decir, se fueron sucediendo una serie de cosas que deterioraron la relación, obviamente lo económico influyó aunque no fue determinante”, confió.

Si bien no hay antecedentes de hechos violentos entre ambos, registrados en el ámbito policial y judicial, la madre de dos niñas de 8 y 10 años, respectivamente, recordó que hubo un episodio que bien podría haber sido prólogo de lo que sucedería tiempo después: “yo le fui fiel hasta esos últimos seis meses donde empezamos a dormir en camas separadas. Cuando hace dos meses le planteé la necesidad de que uno de los dos abandonara la casa, al otro día llevó las nenas al colegio y regresó inmediatamente. Cerró la puerta con llave, diciéndome que iba a comprar un arma y donde yo planeara dejarlo, me iba a matar. Me estaba dando a elegir entre dos opciones, la muerte más rápida o morirme lentamente al lado de él. En ese momento yo tendría que haber denunciado pero no quise llegar a esa instancia porque pensé en él”.

Mariana contó que trabaja en una peluquería ubicada en la zona céntrica, generalmente en el turno tarde, que hace horas extras y que complementa sus ingresos con comisiones por venta. A estos ingresos se suman otros por pedicuría, depilación y otras actividades afines.

“Estaba decidido a matarme”

En su afán de dejar en claro por qué se produjo la terrible agresión, hizo que se encargara durante el relato de puntualizar aspectos que no dejaran dudas: “me había dicho que del 1 al 4 del mes que viene se iba a ir de casa. Hace un mes le había querido comentar que había hombres que se me habían acercado con la intención de conocerme pero que yo los había rechazado porque todavía él vivía en casa y que había que respetar esa situación. Puntualmente le quería contar que había conocido a una persona que me interesaba pero él me dijo que de eso no iba a hablar, mientras estuviera viviendo en casa. Le recordé que estábamos separados desde hace seis meses y que yo no me iba a quedar para vestir santos. Nunca quiso aceptar la realidad, incluso hasta las nenas ya sabían que nosotros no podíamos seguir juntos y que separados sería mejor para todos”.

Tras ello sobrevino el relato de lo ocurrido el último sábado: “ese día el chico al que estoy conociendo pasó por casa, me preguntó si podía quedarse a tomar unos mates, le contesté que sí pero que a las 12:30 se tenía que ir porque venía el papá de las nenas. No quería que lo viera acá porque yo a él no lo quería herir en sus sentimientos. En un determinado momento las nenas fueron a comprar pan y , minutos después llegó él. Sorprendida le pregunté qué hacía en casa a las 11:30, me contestó que era la una de la tarde; el reloj que tengo en la pared se había parado y no me di cuenta, si no el chico con el que me estoy conociendo, no hubiera estado allí. Inmediatamente mi expareja se le fue encima pero sin agredirlo físicamente, le gritó que se fuera de la casa. Le tiró la bicicleta a la calle y cerró con llave”.

Por primera vez en la tarde a Mariana Robles se le humedecieron los ojos, trató de que esa situación pasara desapercibida y buscó por todos los medios mostrarse fuerte: “me dijo: ‘al final me estabas engañando’. Cuando le pregunté qué estaba diciendo, me pegó una trompada en la boca, quedé media sentada entre el modular y la pared, allí me dio otra piña, esta vez entre la sien y el ojo izquierdo. Prácticamente me dejó sin visión y atontada. Quiso pasar hacia la cocina pero antes me pegó una patada en la espalda, volvió de la cocina y me dio otra patada en el pecho. Se fue al cajón del modular, yo estaba tirada en el piso, pensé que iba agarrar las cuchillas y que si eso pasaba, yo no contaba más el cuento”.

Vino con el palo de amasar, alcancé a incorporarme pero volví a caerme cerca de la puerta de salida. Allí me gritó que esto se terminaba en ese momento. “Te voy a matar, si no sos para mí, no sos para nadie”, era lo que repetía. Empezó a pegarme con el palo de amasar en la cabeza, al tiempo que yo gritaba pidiendo auxilio. En un determinado momento logré pararme y quise correr para el dormitorio para escaparme por la ventana pero me agarró de la remera y los pelos, me metió en el baño; puso una de sus rodillas en la espalda y con una de sus manos trataba que las mías no pudieran proteger la cabeza, así me seguía golpeando con el palo en la cabeza. Yo sentía cada uno de los golpes, me fui quedando sin fuerzas para defenderme hasta que un momento me di por vencida y dije que haga lo que quiera. En ese momento apareció el policía que me terminó salvando la vida. No sé cuántos palazos me pegó, en un momento parecía adormecida y que todo me retumbaba, si no hubiera sido por el policía seguro que me mataba. El estaba ensañado, consciente de lo que hacía”, apuntó a la hora de describir la ferocidad con la que fue agredida.

Tras ese minucioso relato, recurrió a una expresión que había tenido ni bien nos recibió en la casa de calle 4 entre 105 y 107: “las manos mías, las de Dios y el policía me salvaron la vida. El estaba decidido a matarme, en todo momento me hizo saber que eso era lo que quería hacer conmigo”.

“Yo no quiero ser otra Carla Figueroa”

Una y otra vez Mariana Robles recordaba los momentos buenos y malos que ha vivido con Sergio Arnoldo Vivas. Tiene presente cómo lo conoció y en qué circunstancias, con sinceridad admite que estuvo profundamente enamorada y que el amor hizo que se viniera a Pico para poder vivir junto a él. Así fue todo lo ocurrido hace unos días y que la pusieron al borde de la muerte, son hechos que no va a perdonar de ninguna manera: “me gustaría tenerlo cara a cara para preguntarle dónde quedaron esos 14 años de pareja, decía que estaba feliz de que hubiéramos tenido dos hijas, de que estaba agradecido que lo hubiera bancado y no sé cuántas cosas más. Le diría que es un asesino, que un animal no haría lo que hizo él y que tendrá que pagar por lo que hizo el sábado. No voy a levantar la denuncia (me lo han pedido) y nunca le perdonaré esto, yo no quiero ser otra Carla Figueroa”.

La Reforma

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